DE 1840 A 1849
Durante los años 40, se combina nuevamente esta dicotomía entre el romanticismo y el realismo. Eugène Sue, con sus misterios, retoma el sensacionalismo y la pasión extrema. Publica por capítulos en revistas de bajo precio y de gran demanda, un fenómeno común durante la segunda mitad del siglo. Las obras de las hermanas Brontë presentan personajes extremos, marginales o monstruosos, con la locura y el amor como temas centrales, ambos alejando sus protagonistas de la "normalidad" contenida. José Zorrilla y Moral revisita el arquetipo del Don Juan con Don Juan Tenorio. También responde a un arquetipo la gitana de Carmen, conocida por la ópera homónima de Bizet. Alejandro Dumas continúa escribiendo novelas históricas llenas de aventuras, como Los tres mosqueteros (1844) y El conde de Montecristo (1845)
Entre los poetas que se dieron a conocer en este momento hay que mencionar a Gertrudis Gómez de Avellaneda en Cuba, y Joaquim Rubió i Ors, quien publica sus poesías en catalán con el seudónimo de "lo Gayter del Llobregat". Edgar Allan Poe escribe El cuervo donde aborda de forma alegórica el tema de la muerte, con unas imágenes y símbolos que disfrutarían de gran fama posterior. Al mismo tiempo determinados autores plasman su desengaño del idealismo romántico. En Rusia aparecen las novelas Almas muertas de Nikolai Gógol y Un héroe de nuestro tiempo de Mikhail Lermontov, ambas en esta línea del desencanto. Más crítico se muestra William Makepeace Thackeray con La feria de las vanidades, donde el narrador adopta incluso un punto de vista cínico. Aparte se clasificará la poesía de Ralph Waldo Emerson, donde se mezcla el modernismo americano con la poesía religiosa, influencia también presente en la obra de Elizabeth Barrett Browning. |